domingo, 17 de octubre de 2010

EL 17 DE OCTUBRE DE 1945

Por: Martín Lucero
El 17 de Octubre de 1945 se despertó la gran masa anestesiada, eclosionó el alma silenciosa y silenciada del Pueblo, las columnas de obreros se movilizaron espontáneamente con un único objetivo: Rescatar al líder de los trabajadores argentinos, Juan Domingo Perón.
Obligado a renunciar por la oligarquía y preso en la isla Martín García el Pueblo se organizó y salió a las calles. Las columnas obreras empezaron a poblar la ciudad, el rumor del Pueblo fue creciendo y agigantándose, la multitud coreaba una canción popular: "yo te daré, te daré Patria Hermosa, te daré una cosa, una cosa que empieza con P, ¡Perón!". Y aquel Perón resonaba como un cañonazo, el cañonazo del Pueblo que venía a rescatar a su líder, las grandes masas populares se decidieron a dictar el veredicto lapidario ante la crisis política producida por la obligada renuncia del líder de los trabajadores.
Los trabajadores abandonaron las fábricas, los surcos, los yerbatales, las chacras, los servicios de transporte. Grupos compactos de trabajadores fueron atravesando los puentes que unen Avellaneda con Buenos Aires y se dirigían hacia el centro de la ciudad. Sus gritos y voces despiertan el pánico de los habitantes, los comerciantes bajan las cortinas de sus negocios.
Venían de las usinas de Puerto Nuevo, de los talleres de Chacarita y de Villa Crespo, de las manufacturas de San Martín y Vicente López, de las fundiciones y acerías del Riachuelo, de las hilanderías de Barracas. Brotaban de los pantanos de Gérli y Avellaneda o descendían de las Lomas de Zamora. Hermanados en el mismo grito y en la misma fe, iban el peón de campo de Cañuelas y el tornero de precisión, el fundidor y el mecánico de automóviles, el tejedor la hilandera y el empleado de comercio.
El sector céntrico de la ciudad era irreconocible. Buenos Aires era ocupada por centenares de miles de trabajadores enfurecidos.
Las manifestaciones obreras confluían en la Plaza de Mayo y, rendidos por la marcha, numerosos manifestantes refrescan sus pies en las fuentes de la plaza, como un duro mensaje a quienes observan horrorizados desde los balcones "la conquista de Buenos Aires".

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